Pablo y Leonor están recién casados. Su principal fuente de peleas es por el desorden de ella. Él intenta que su departamento se mantenga relativamente ordenado, por lo que establecieron ciertas normas para que la casa sea funcional, sin embargo, Leonor por mucho que se lo proponga, no es capaz de cumplir ninguna de ellas. La ropa la deja tirada en el suelo en vez de en el canasto de ropa sucia, la cocina nunca queda ordenada, en el escritorio se acumula todo tipo de papeles, boletas, etc., y nunca encuentra nada. Tampoco logra llevar en orden las finanzas de la casa, le llegan las cuentas y se le olvida pagarlas, perdiéndose en medio del caos. Él está constantemente recriminándola y retándola por su desorden y le dice “Sabes que para mí es importante que la casa esté ordenada para poder vivir en paz en ella, ¿tan poco me quieres que no haces ni el esfuerzo?" A lo que ella le responde “No lo hago de mala voluntad y menos porque no te quiera, simplemente no lo logro porque no lo tengo incorporado”.
Y es verdad que no lo tiene incorporado porque no le inculcaron el orden desde chica.
Cuando tenía 2 años sus padres nunca le exigieron que ordenara sus juguetes. Terminaba un juego y sacaba otro y luego otro e iba acumulando su desorden por toda la casa sin ordenar… siempre había alguien detrás que lo hacía por ella.
Cuando fue creciendo tenía todos sus libros del colegio tirados por cualquier parte y cuando los necesitaba no los encontraba. Su estuche lo dejaba siempre tirado por lo que se le perdía con frecuencia y su mamá le compraba otro. En su adolescencia, su clóset era un caos, sacaba ropa y la dejaba en cualquier parte y no había ningún orden en él, estaba todo mezclado sin ningún criterio.
En nuestra sociedad actual el tiempo es un bien muy escaso y estamos sometidos a muchas exigencias, siendo la eficiencia un requisito importante. Para poder cumplir con esto es fundamental ser capaz de mantener un orden mínimo y tener capacidad para organizarse.
El orden es una virtud que debe ser desarrollada y trabajada en los niños. El período crítico para lograr su adquisición es desde el nacimiento hasta los 7 años. Al trabajarla desde muy chicos, les entregamos una herramienta para el futuro. Lograr un orden material ayuda a ordenar el mundo interior. Por otra parte, sienta una base que le permitirá desarrollar otras virtudes como la responsabilidad, la puntualidad, entre otras. También es importante desarrollar la virtud del orden en los niños porque les genera seguridad, ya que les permite saber dónde están las cosas y cuando ocurren las diversas situaciones.
El orden es un medio no un fin en sí mismo. No podemos ser esclavos del orden a tal punto de perder la libertad. Debemos tener un orden funcional, es decir, que nos ayude a tener una vida más fácil, pero no vivir en función de eso. Que el orden esté a nuestro servicio y no nosotros al servicio del orden.
El orden de lo material supone enseñar al niño que cada cosa tiene su lugar y que hay un lugar para cada cosa. Y hay que comenzar desde que son muy pequeños.
Como padres tenemos un rol fundamental a la hora de inculcar la virtud del orden en nuestros hijos, porque para ellos será una herramienta que les ayudará a enfrentar los desafíos que se le presenten en sus vidas y la falta de ésta, por el contrario, les dificultará muchas tareas.