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Suspiria: terror, danza y feminismo en la película que fue descartada por los Óscar

Hace unos días, pasó por nuestra cartelera el remake de una de las películas de terror más influyentes del último siglo. “Suspiria”, de Luca Guadagnino, cumple con rescatar la obra de culto de 1977 y da un giro hacia el feminismo. ¿Cómo? Cinestro te lo cuenta.

Por Cinestro | 2019-02-22 | 13:00
Tags | cine, terror, feminismo, brujas, Berlín,
A la vista parece ser una exigente escuela de danza moderna, pero la realidad es que bajo las tablas se tejen una serie de rituales wiccanos (religión neopagana vinculada a brujería) en torno a sus directoras y coreógrafas.
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Antes de llegar a los Oscar 2019 (que son este domingo), siempre es bueno destacar las películas no-nominadas que aparecieron en nuestra cartelera y que por x motivo pasaron desapercibidas. Suspiria aún está en algunas salas y no todo está perdido, por lo que hay tiempo de verla y poder darse un gustillo cultural y artístico. Como sea, a continuación les cuento un poco por qué es necesario ver esta película.

Danza hechizada

Una chica norteamericana llega a Berlín del año 1977 a estudiar en una escuela de danza llamada Markos. En pleno contexto político del periodo —con el muro arriba, grupos revolucionarios liderados por chicas valientes y la escalada de violencia típica de la fecha- encontramos este lugar dirigido por mujeres profesionales de la danza y con uno que otro secreto entre las paredes del edificio. Ahí, Susie Bannion (Dakota Johnson) comienza a sentir una fuerte palpitación desde el minuto que entra al establecimiento y pareciera que todo a su alrededor se relaciona con trágicas desapariciones de algunas alumnas.

La Alemania del año `77 es complicada. La tensión se puede cortar con tijeras y muchas personas están siendo sindicadas como terroristas. Hay bombas detonando cada cierto tiempo en la ciudad y en la calle. A través de los edificios, los colores, las texturas y las luces, se aprecia este sentimiento de tristeza y penumbra en Berlín. No es casualidad que esta misma atmósfera albergue grupos sectarios, muchos de ellos ocultos y hasta peligrosos.

La academia Markos es uno de ellos; a la vista parece ser una exigente escuela de danza moderna, pero la realidad es que bajo las tablas se tejen una serie de rituales wiccanos (religión neopagana vinculada a brujería) en torno a sus directoras y coreógrafas, y que por supuesto, involucran tarde o temprano a las chicas que preparan los bailes. Bajo un manto de profesionalismo y buena onda, las profesoras "hechizan" los movimientos hasta que los cuerpos comienzan a sufrir una especie de éxtasis en torno a la danza, con palpitaciones, movimientos perfectos, agitados y harto frenesí.

¿Qué hará entonces Suzy en este aquelarre? Ahí tienen que descubrirlo ustedes mismos, porque nada los preparará para las cosas que esta chica verá, sentirá y soñará durante su estadía en la academia.

¿Por qué hablamos de feminismo y brujas?

Es un hecho: a lo largo de la historia, las mujeres que han buscado libertad, respeto, política y religión ("en un mundo de hombres"), han sido la mayoría de las veces catalogadas como locas, libertinas o puntualmente brujas. El tema es que por cosas de ficción, las brujas pasaron a ser ejemplos de histeria y malas prácticas en diferentes cuentos conocidos por todos. Lo genial de Suspiria, es que el concepto de brujas es la consecuencia del machismo por los años en que ellas han tenido que llevar las culpas de los hombres en Europa. Precisamente de los errores de Alemania post Segunda Guerra Mundial y la separación geográfica, mental y psicológica con el Muro de Berlín.

Puede sonar gratuito a primeras, pero analizando la película tiene sentido que estas mujeres mayores que viven encerradas en un edificio, contenidas en la ira y la culpa, comiencen a materializar los sentimientos negativos en brujería. Por lo mismo, las brujas de Suspiria son como las de los cuentos: extrañas, gritonas, desagradables y hambrientas de poder. Mientras que la nueva y joven integrante de la academia (Susie, haciendo eco de las nuevas generaciones) contrapone con el nuevo empoderamiento femenino sin culpas: dulce, amigable, pura.

Allí es donde Luca Guadagnino, el director, nos llama a viajar por las entrañas del poder femenino oscuro; entre pasajes melancólicos y otros un poco perturbadores. El director también pone énfasis en sus protagonistas, en especial al Dr. Josef Klemperer, un testigo ocular de los hechos que representa quizás la única postura masculina dentro de la película.

Mientras que la anterior y original Suspiria (1977), de Dario Argento, es fluida y un poco abstracta, este remake se la juega con una narrativa muchísimo más sólida y organizada, que desemboca en un final apocalíptico y revelador. En todo caso, ambas películas se paran sobre bases feministas describiendo sociedades matriarcales secretas, solo que en la recién estrenada se enfatizan aun más esos detalles, como el hecho de que el mismo Dr. Kemper que les comentaba anteriormente (el único hombre dentro del film), es interpretado por otra mujer; nada más y nada menos que la gran Tilda Swinton.

El feminismo está en la palestra, pero de seguro las brujas de Suspiria son algo que jamás hubiéramos esperado, al menos en el último tiempo. El único problema, es que Suspiria puede resultar un poco aburrida, lenta y extraña para quienes recién estén comenzando a descubrir el estilo original de la película de Dario Argento, y consecutivamente la Guadagnino. Por ende, la recomendación es ir con una mentalidad abierta y ojalá haber visto la película original antes del remake.

La película está a punto de salir de cartelera, pero si tienen la oportunidad de verla, sería buena idea darle una que otra vuelta antes de tomarla como mera entretención. Suspiria es mucho más que eso.

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