adolescencia, alcohol, consumo, hijos, padres
Imagen: César Mejías

¿Cómo afrontar las primeras borracheras de tu hijo? La actitud como padres es crucial

Abres la puerta a las 2 am y por primera vez te das cuenta de que tu hijo tomó. ¿Qué hacer? ¿Cuán problemático es el consumo de alcohol en la adolescencia? ¿Podemos retrasar el consumo? ¿Cómo prevenir?

Por Maria Paz Badilla Budinich | 2018-09-20 | 11:55
Tags | adolescencia, alcohol, consumo, hijos, padres
Cuando los jóvenes recuerdan o perciben que han tenido una crianza con presencia de afecto, apoyo y monitoreo respetuoso por parte de sus padres, esto se relacionaría con una menor probabilidad de consumo riesgoso.
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Para muchas familias, la llegada de la adolescencia despierta ansiedades. En nuestro imaginario social, a la adolescencia no se le ha hecho buena fama. ¿Cómo abordar temas como la sexualidad, el consumo de alcohol, marihuana o las primeras salidas a carretear? No queremos que a nuestros hijos les pase nada y nos asusta que se vean expuesto a situaciones de riesgo.

¿Quién no se ha quedado despierto durante la noche en las primeras salidas nocturnas, está pendiente del teléfono o el WhatsApp imaginando los peores escenarios, preocupándose por los amigos con los que nuestros hijos se juntan o queriendo conocer los lugares a donde van? ¡Todos fuimos adolescentes y sabemos que es una etapa en donde corremos algunos riesgos!

Los adolescentes sufren de algo así como el complejo mesiánico, sienten que son los dueños de su vida y que tienen el mundo a sus pies. Esta idea de sí mismos incrementa su sensación de ser “invulnerables”, lo que los lleva a querer explorar y conocer cosas nuevas, a veces extremas. A quien no le han dicho: “Ay si no me va a pasar nada”. Este impulso los puede llevar a ser grandes soñadores y querer cambiar el mundo, pero también los expone a ir más allá de sus limitaciones generando conductas de riesgo.

Porque también somos padres y compartimos tus inquietudes, hoy en El Definido te damos algunas claves para afrontar esa primera borrachera de tu hijo o esa cajita con hierba que encontraste en su mochila. ¿Cuál es su importancia? ¿Qué hacer?

Borrachera de fin de semana: ¿cuándo es un problema?

Sin ánimo de ponernos moralistas, pero sí siendo realistas, es importante identificar que uno de los factores de riesgo a los que nuestros hijos están expuestos desde temprana edad en esta etapa, es el consumo problemático de alcohol. Y cómo no, si en Chile nuestras cifras de consumo van en aumento.De acuerdo los estudios de Senda, el 43,7% de las personas que usaron alcohol en el último mes presentó consumo riesgoso, mientras que en la población escolar la cifra se eleva a 66%, esto es dos de cada tres jóvenes.

Y cuando hablamos de consumo riesgoso no se trata de tomarse una copita de vino o una cerveza de vez en cuando, sino de generar un consumo excesivo y muchas veces en poco tiempo, lo que hoy se conoce como: binge drinking. En este tipo de consumo, según la OMS, los chilenos somos los líderes de Latinoamérica.

En palabras simples y en buen chileno, el binge drinking es el concepto por el que se describe a las “borracheras de fin de semana”, es decir, al consumo de alcohol intenso, tipo atracón, pero en poco tiempo. Lo que a los ojos de los adolescentes se ajusta a sus rutinas, ya que de lunes a viernes responden a la estructura de la vida escolar o universitaria, siendo los fines de semana los días en que para algunos se desata el consumo.

Si nos ponemos técnicos, el Observatorio Español de la Droga y las Toxicomanías (OEDT), lo define como el consumo en la misma ocasión de cinco o más bebidas alcohólicas para los hombres, y cuatro o más en el caso de las mujeres, durante los últimos 30 días.

Los adolescentes tienen conductas exploratorias, les gusta probar cosas diferentes y sus propios límites. En este contexto, es importante diferenciar que existen diferentes tipos de consumo, que se agravan según su intensidad y frecuencia:

  • El Uso: sería el consumo que no es habitual o no sigue un patrón e implica cantidades mínimas que no generan graves daños a largo plazo. Este tipo de consumo puede estar asociado a conductas exploratorias.
  • El Hábito: el consumo repetido. No necesariamente implica subir la cantidad pero sí la frecuencia. Este tipo de consumo tiene consecuencias en cuanto al desarrollo de cierta dependencia. Por ejemplo, en el caso de quien estima que “sólo se puede carretear y pasarlo bien si me tomo una piscola”.
  • El Abuso: el uso excesivo en cantidad o inapropiado, aquí entra el binge drinking.

En torno a esto pueden surgir varias preguntas. Vamos viendo:

Cerebro adolescente en maduración: ¿es verdad o le ponen color?

Los seres humanos nacemos con un 25 a un 30% de nuestros cerebros desarrollados. El 70% restante de nuestra neuromaduración, se desarrolla durante los próximos 21 años. Los jóvenes tienen un cerebro aún en formación, más vulnerable que el de un adulto a sustancias como el alcohol o la marihuana. Su consumo excesivo tiene el poder de modificar estructuras básicas de sus cerebros, generando consecuencias en su funcionamiento en áreas como la atención, la memoria y las funciones ejecutivas, entre otras que son las que nos permiten organizarnos en pos de conseguir un objetivo o meta.

Este dato es uno de los fundamentos del porqué hay mayor riesgo en el consumo excesivo de alcohol o drogas de los adolescentes, y por qué hay que hacer los esfuerzos necesarios en la prevención y lograr retrasar lo más posible la edad de inicio en estas sustancias.

La respuesta en este caso entonces es: sí. El cerebro adolescente está en proceso de maduración y es más receptivo y sensible a los efectos del alcohol. No es lo mismo el consumo para un cerebro de alguien de 40 años, que para alguien de 15. Aquí radica la preocupación y la necesidad de, más allá de prohibir su uso desde la imposición, educar la capacidad reflexiva y también el autocuidado de nuestros hijos.

¿Qué factores se asocian a este riesgo?

Hay variados factores, tanto personales (temperamento, personalidad o la historia de vida), sociales o bien familiares. Nos centraremos en estos últimos, que pueden llegar a ser tanto factores protectores como de riesgo según cómo se den:

Domando las emociones

Hay una frase muy popular que dice “el/ella toma para llenar un vacío emocional” o, cómo dice la canción de Mon LaFerte, “me borró pa´ quitarme esta amargura”. El consumo excesivo de alcohol o de cualquier otra sustancia —si bien en su mayoría en adolescentes se da en contextos recreativos- se vincula con otro tipo de necesidades, generalmente afectivas, que tienen su raíz en la gestión de nuestras emociones e impulsos. El alcohol puede ser ocupado como un calmante ante situaciones que nos son estresantes, nos generan dolor o inseguridad.

Estas habilidades se enseñan desde que nuestros hijos son chicos, y somos los adultos los que debemos entrenarlas a diario. Hay un dato no menor: las habilidades para la regulación y gestión de nuestras emociones, generalmente se pone en juego cuando nuestros hijos viven momentos difíciles, cuando están estresados, cuando se enojan, cuando nos gritan… Es ese el momento y la oportunidad de educar la inteligencia emocional, según cómo les ayudemos a resolver sus dolores y angustias.

La paradoja está en que muchas veces esos son los momentos en que los padres queremos salir arrancando, los dejamos solos o les cerramos la posibilidad por nuestro propio estrés o enojo a conversar. La resolución de los conflictos debe darse aceptando el conflicto y mediándolo de forma pacífica. Lo más importante es llegar a una solución que nos devuelva la calma y la confianza, donde no se ponga en juego el cariño ni la integridad física o emocional de nuestros hijos. ¿Y si nos equivocamos?

Bueno, para eso existe la posibilidad de reparar, pedir perdón y enseñar que los padres y madres también podemos meter las patas. De estos gestos nuestros hijos aprenden y luego toman esas experiencias para aplicarlas en su propia vida.

Estilos de Crianza: ni mucho ni poco

Existen diversos estilos de crianza que van desde los más autoritarios, centrados en la inhibición y control de la conducta, hasta los más flexibles, en los que llega a existir una falta de límites claros que den un encuadre a los comportamientos de nuestros hijos.

Sería poco realista y hasta inocente pensar que solo por el hecho de decirles que no tomen alcohol o que la marihuana les hace daño, estos no lo harán. O al revés, si dejamos toda la toma de esta decisión en ellos diciéndoles por ejemplo “queda a tu criterio, es tu vida”, es posible que tampoco obtengamos buenos resultados.

La experiencia nos muestra que muchos padres terminan señalando que mientras más coercitivos fueron con la restricción de las conductas exploratorias, más generaron en sus hijos el deseo por probar e ir más allá en esta curiosidad. Desde la otra vereda, aquellos que no pusieron reglas a tiempo, luego les cuesta mucho más la “llamada al orden”, o que sus hijos aprendan a ponerse límites a sí mismos y a los demás.

Ninguno de los extremos resulta ser bueno para una crianza orientada a la enseñanza de patrones de autocuidado y regulación. Es preciso contar con modelos en donde se ajuste un estilo más democrático y centrado en las necesidades y capacidades de los hijos.

Más afecto, menos consumo

La evidencia internacional señala que cuando los jóvenes recuerdan o perciben que han tenido una crianza con presencia de afecto, apoyo y monitoreo respetuoso por parte de sus padres, esto se relacionaría con una menor probabilidad de consumo riesgoso, con el no consumo o bien con el inicio tardío de estas conductas.

Por su parte, la falta de comunicación y la sensación de no ser comprendido o apoyado, se asociaría con un mayor consumo de sustancias como el alcohol, el tabaco o la marihuana.

No es regla general pero sí una tendencia que vale la pena considerar. Quizás hay que partir la conversación con una pregunta básica hacia nuestros hijos: ¿Cómo he sido como papá o mamá para ti? ¿Qué necesitas hoy de mí?

Somos los modelos de nuestros hijos: ¡sin dar jugo!

Somos lo que hacemos y en la crianza nuestra coherencia es crucial. De nada sirve decirle a nuestros hijos que se respeten y se cuiden a sí mismos, si nosotros no lo hacemos, o bien somos quienes nos sobrepasamos con el alcohol y finalmente terminamos “dando jugo” en cada reunión o fiesta familiar.

Ojo aquí con la normalización del consumo de alcohol y el evitar o pasar por alto el entregar información a nuestros hijos sobre esto. Es necesario tener conversaciones abiertas sobre este tema, asumiendo que inevitablemente esta es la edad en que la curiosidad por probar empieza. Nunca pensar; “mi hijo es diferente, él no caerá en algo así”.

Información y entornos protectores

Una de las claves para la prevención del consumo excesivo, está en potenciar la enseñanza del autocuidado, entregando información y herramientas para su protección y buscando minimizar los riesgos. Contestar las dudas y preguntas que nuestros hijos nos hagan, sin juicios, ya que esta información puede ser crucial a la hora de tomar decisiones. Por ejemplo:

Transmitirles que hay que saber cuánto tomar, entender cómo se metaboliza el alcohol en el organismo, la importancia de hidratarse y comer a la hora de beber, saber qué hacer en caso de una intoxicación por alcohol o llamar cuando estén en problemas. Solo un “NO LO HAGAS” no nos asegura que no lo probarán, ¡así que mejor que estén informados!

Desde la prevención, hay que apostar por que nuestros hijos se nutran de entornos protectores. Por ejemplo:

Inculcar los deportes y participación en grupos, aumentar espacios para la comunicación y tiempo de ocio familiar, contar con reglas claras pero negociables que les permitan participar en la familia y no escandalizarnos ni ponernos reactivos frente a al tema, sino ser receptivos y preguntarnos a diario qué necesitan nuestros hijos de nosotros.

Por último, nunca dejar de ser cariñosos y expresar nuestro afecto. El que los hijos crezcan no quiere decir que nuestro amor por ellos decrece. Tendemos a ponernos más autoritarios en la adolescencia porque nos asustamos y no sabemos cómo poner límites. Pero la base de los limites está en primero forjar una relación afectiva que contenga estas normas.

Sin duda este es un tema que abre discusiones, reflexiones y preguntas. ¡Vale la pena hacérselas y tomar una postura al respecto!

¿Cómo has afrontado tú este tema en tu casa?

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Comentarios
amaro lópez | 2018-09-20 | 18:23
0
La clave es no tener amigos que te inviten a tomar :)
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