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Imagen: César Mejías
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Hermanos que se quieren: estos consejos te pueden ayudar a lograrlo

Fuera de nuestros padres, son las personas con que tenemos una relación más antigua e íntima; aquellos que podemos amar u odiar de acuerdo a las circunstancias. María Paz Badilla, de Fundación Ideas para la Infancia, nos cuenta cómo promover una buena relación entre ellos.

Por Maria Paz Badilla Budinich | 2018-07-24 | 11:30
Tags | hermanos, peleas, hijos, amigos, familia, compañeros.
Los hermanos son los primeros compañeros de vida, con los que se debe aprender a compartir lo que más se quiere: los padres, además de las rutinas e hitos propios de la convivencia familiar.
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“No le digas eso a tu hermano”, “Comparte con tu hermana, es más chica que tú”, “Tienes que entender a tu hermano” o “los papás los queremos a los dos por igual”.

Los hermanos son los primeros compañeros de vida, con los que se debe aprender a compartir lo que más se quiere: los padres, además de las rutinas e hitos propios de la convivencia familiar.

Es una tarea frecuente para las familias el poner energía y dedicación en que los hermanos “se lleven bien”, se respeten y se quieran, pues esta relación puede favorecer la dinámica de una familia, o bien, obstaculizarla. Hay hermanos que logran forjar una relación de mutuo cuidado, otros resultan ser buenos amigos y aliados, otros viven peleando y discutiendo; la calidad de esta relación no depende sólo del temperamento o la personalidad de cada uno, sino también de cómo los padres hemos aportado a crear un contexto afectivo para que estas relaciones puedan basarse en el amor.

¿Cómo lograr que tus hijos se quieran y se lleven bien?

Los 4 pilares que forjan la relación de hermanos

Si hay personas, además de nuestros padres, con quienes compartiremos durante toda la vida, desde la primera infancia, estos son nuestros hermanos y hermanas. Y la buena noticia es que la buena relación entre hermanos nace, pero también se hace en el camino.

La enciclopedia sobre el Desarrollo de la Primera Infancia, nos detalla los cuatro pilares en que se organiza la hermandad en los primeros años de vida, poniendo énfasis en los desafíos que implica cada uno para los padres:

1. Tener hermanos puede ser una montaña rusa emocional: Si hay algo que define la relación entre hermanos, es el fuerte componente emocional que las caracteriza. Es casi un mito el que los hermanos se quieren por el mero hecho de compartir la misma sangre, ya que es normal que también existan emociones negativas.

2. Los hermanos comparten una intimidad cotidiana: El tiempo que pasamos con nuestros hermanos y ese espacio compartido, resulta ser único en la vida de un niño. Con ellos nos levantamos y nos acostamos todos los días si vivimos juntos, lo que lleva a que podamos llegar a conocerlos mejor que a nadie. Nuestros hermanos son los primeros maestros de vida, con ellos empezamos a practicar el cómo relacionarnos con otros niños, practicamos juegos y aprendemos a entender el mundo desde otra perspectiva diferente a la de nuestros padres y a la nuestra.

3. Cada hermano es un mundo de posibilidades: No hay relación de hermanos igual a otra, y esto debiese ser ley para padres y madres. Cada uno de los hermanos aporta algo distinto y es muy importante poder promover esta diferencia. Es una ficción pensar que seremos igual como padres con todos nuestros hijos, ya que al ser diferentes también establecemos una relación distinta con cada uno.

4. Todos tenemos lugares distintos en la familia: Claramente no es lo mismo ser el hermano mayor que el menor o el hermano del medio. Cada uno ocupa un lugar en la familia, nació en un momento particular de la vida familiar, conoció a sus padres en un momento particular de su relación y desde este punto de vista, cada hermano tiene una historia única en la biografía familiar.

Cada hijo es único

Hay un punto fundamental en la encrucijada de fomentar una relación cariñosa y de respeto entre hermanos: que los padres sean capaces de comprender la particularidad de cada hijo y nutrir su relación desde los recursos de cada uno, en vez de entrar en constantes que incentivan la competencia y rivalidad.

“La hermandad podrá desarrollarse siempre y cuando los padres seamos capaces de atender las necesidades de unos y otros sin etiquetarlos, sin encerrar a cada hijo en un personaje determinado, sin considerar que uno es bueno y el otro es malo, uno inteligente y el otro tonto, uno es rápido y el otro lento”, tal como plantea Laura Gutman, psicopedagoga argentina.

¿Qué hacer si tus hijos se llevan mal?

Entonces, si nuestros niños se están llevando mal, si creemos que hemos hecho todo lo posible y nos sentimos en un callejón sin salida, ¿qué recursos podemos usar para cambiar esto?

- Evitar comparaciones: es básico para poder nutrir una relación de hermanos que tenga su raíz en la seguridad emocional. Al compararlos, lo único que aportamos es enfrentarlos como enemigos o rivales y con esto se cimienta el camino hacia la distancia afectiva, más que hacia la proximidad.

- Nutrir la confianza desde que los hermanos llegan a la vida: para esto es importante que cada hijo sienta que tiene la escucha y atención de sus padres, y que lo que pierde con la llegada de un hermano, es menos de lo que realmente gana.

- Aceptar las emociones que tienen nuestros hijos con sus hermanos: escuchar lo que sienten y no tratar de esconderlo o minimizarlo, sino que tomarlo y ayudarles a elaborar esas emociones. Muchos niños o adolescentes sienten culpa de tener celos o rabia con sus hermanos, llegando a tratar de anular esta carga emocional y luego expresándola con conductas que llevan a relaciones conflictivas.

- Fomentar los espacios de comunicación constructiva y orientada a encontrar soluciones: si hay momentos en nuestras casas para que las emociones aparezcan y sean contenidas, es decir, hablar de lo que necesitamos y ponerle nombre a lo que sentimos, es probable que a largo plazo nuestros hijos aprendan a resolver mejor sus dificultades. Lo peor es hacer como si nada pasara y pensar que los conflictos mermarán con el tiempo; el tiempo no cura las heridas de la infancia, el compartirlas, elaborarlas y expresarlas, sí.

- El lenguaje crea realidad: si estamos todo el tiempo diciendo (a veces hasta inconscientemente): “¿Por qué no te quedas quieto como lo hace tu hermano?” o “¡Mira lo bien que lo hace tu hermana!”, solo fomentamos que nuestros hijos creen una representación negativa de sí mismos y configuren su identidad en contraposición a la de sus hermanos. Estar siendo contrastados con nuestros hermanos, solo hace que crezcamos sintiéndonos en deuda con nuestra familia.

- Reforzar y elogiar a nuestros hijos cuando hacen las cosas bien: y no solo educarlos y corregirlos cuando se equivocan. Las familias tienen el desafío de ser “expertos” en destacar los recursos de sus hijos para resaltar lo bueno que cada uno hace y aporta a la familia, así disminuye la competitividad y se afianza la confianza y el valor que cada hijo tiene para su sistema familiar.

- Enseñarles a mirar la perspectiva del otro: es importante que la relación entre hermanos vaya transitando desde la dependencia en los padres, hacia una independencia, y que vaya a lo largo del tiempo teniendo espacios propios. Vale la pena motivar a los hijos a llegar a acuerdos, negociar y ceder, más que el hecho de que sean los adultos los que ponen punto final a las diferencias.

- Motivar la colaboración y la cooperación: una buena idea es asignar tareas y responsabilidades conjuntas a los hijos, de modo que tengan que buscar cómo organizarse en función de una meta colectiva, compartiendo una finalidad en común.

- No buscar culpables, sino enseñarles a gestionar sus emociones: no sirve solo perseguir culpables cuando hay peleas o conflictos, sino resolverlas y ayudar a nuestros hijos a entender los sentimientos generados. Esto es básico para desarrollar la empatía, apoyándolos en la comprensión del otro como un ser distinto.

- Incentivar el juego conjunto: es el mejor laboratorio para que nuestros hijos aprendan y practiquen modos positivos de relacionarse. Así también el incorporar a la familia completa, para tener espacios donde disfrutar e ir sumando experiencias positivas que logreen hacer frente a los momentos de mayor tensión y adversidad.

Cada acción que tomemos para incentivar la relación entre hermanos, será sin duda una inversión a largo plazo y les enseñará también a forjar relaciones con otras personas significativas para su vida... Esos otros hermanos que podemos elegir: nuestros amigos o “hermanos del alma”.

¿Qué relación tienes con tus hermanos?

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