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Imagen: César Mejías
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Maestros peludos: mira todo lo que enseñan las mascotas a los niños

Bobby, el labrador; Rita, la tortuga; Pancracio, el gato. Cuando un niño tiene una mascota, se enfrenta a un maestro de vida como pocos. María Paz Badilla, de Fundación Ideas para la Infancia, destaca la importancia de los animales en la vida familiar.

Por Maria Paz Badilla Budinich | 2018-06-19 | 11:10
Tags | mascota, amistad, maestro, compañerismo, empatía, aprendizaje, responsabilidades.
Cuando los niños tienen contacto con animales, aprenden del cuidado y la sensibilidad. Asimilan el respetar el mundo animal y entenderlo desde ese respeto básico que es tan necesario para educar generaciones más conectadas y empáticas.
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Hay algo que me llama siempre la atención respecto al trabajo que hago con niños, y es que cuando les pido que me dibujen o describan a su familia, entre los miembros de este sistema siempre aparecen las mascotas.

Perros, gatos, conejos, tortugas, pajaritos, hámster. No importa qué animal sea, para los niños ellos son miembros de la familia igual que los padres o sus hermanos.

No es casualidad si consideramos que en Chile un 65,3% de los hogares y familias tienen algún tipo de mascota que los acompaña, la mayoría de estos son perros y el segundo lugar lo ocupan los gatos.

Ha sido la terapeuta Froma Walsh, experta en resiliencia familiar, quien ha estudiado este tema que ahondaremos hoy en El Definido. La invitación es a sumergirnos en el mundo animal, visibilizando el impacto y beneficio que tiene en la vida de niños y niñas crecer teniendo “familiares animales”.

Cuidando y amando a Bobby

Según un estudio, más del 85% de los dueños de mascotas las consideran como miembros activos de la familia. Es decir, construyen con sus animales una relación afectiva que influye y es influida en las dinámicas familiares. Esto implica que los padres, madres e hijos dispongan su energía diaria en construir positivamente esta relación, darles el cuidado y la protección que necesitan, que no es menor.

Tener una mascota involucra siempre un desafío familiar, ya que implica el desplegar estrategias comunes para la organización y coordinación, así como el llegar a consensos entre los miembros sobre cuándo, quién y cómo llevará a cabo su cuidado.

Una mascota puede traer alegrías, pero también cuando no hay la coordinación y responsabilidad necesaria, puede llegar a ser un gran dolor de cabeza.

La misma Froma Walsh, destaca que las familias principalmente valoran el compañerismo de sus mascotas, su afecto y el placer que producen en la vida cotidiana, retroalimentando positivamente a sus dueños. Los animales responden con entusiasmo a los cuidados y atenciones, ofreciendo amor incondicional, presencia y un tipo de contacto físico que resulta ser poco amenazante; necesidades humanas que son fundamentales dentro de nuestras demandas básicas para la sobrevivencia y parte de los pilares del desarrollo humano desde la infancia.

Sabiduría animal

Todo animal trae consigo un temperamento y una serie de señales que son necesarias de decodificar para construir asertivamente esta relación. Entender qué cosas le gustan, los distintos movimientos de su cola -en el caso de perros y gatos- sus sonidos y adiestrar su comportamiento, son acciones propias de quien es dueño de una mascota, que sin duda son beneficiosas también en la vida de un niño.

Cuando los niños tienen contacto con animales, aprenden del cuidado y la sensibilidad. Asimilan el respetar el mundo animal y entenderlo desde ese respeto básico que es tan necesario para educar generaciones más conectadas y empáticas. Experimentan la responsabilidad, la amistad y el cuidar a otro, aprendiendo de la lealtad y el cariño. Se sabe que las relaciones con los animales ofrecen a las personas contención y apoyo psicológico y social, además de una sensación de seguridad, pues nuestras mascotas resultan ser compañeros de vida incondicionales. No juzgan, están cuando se les necesita y expresan su gratitud hacia nosotros abiertamente; ellos están ahí en las buenas, la no tan buenas y en las malas también.

La influencia positiva de las mascotas en la salud, el bienestar y la calidad de vida de los seres humanos -y con ello de los niños- es hoy un tema bien reconocido y sus efectos positivos se determinan en cuatro áreas:

- Efectos psicológicos: la presencia de mascotas en la vida familiar y con esto en la vida de niños y niñas, es un factor protector a nivel de la salud mental. Su presencia tiene un efecto en la regulación emocional, la autoestima y los sentimientos de satisfacción personal por la influencia de la compañía incondicional. Los vínculos con las mascotas ofrecen consuelo, afecto y una sensación de seguridad.

- Efectos fisiológicos: el tener mascotas favorece la actividad física y el movimiento infantil, con esto se trabaja el sistema cardiovascular, respiratorio y se genera una actividad divertida para hacer frente al sedentarismo y la obesidad infantil. Así también, se activan conexiones neuronales relacionadas con la atención, concentración y liberación de oxitocina, la tan conocida “hormona del amor”, la que es capaz de reducir los niveles de estrés, agresividad y aumentar la sensación de felicidad.

- Efectos terapéuticos: las mascotas pueden ser terapeutas de nuestros niños cuando estos han sufrido crisis, viven momentos difíciles, están enfermos o necesitan apoyo en situaciones particulares, como por ejemplo ir al dentista. Cada vez hay más evidencia respecto a la terapia asistida con animales y cómo estos son un catalizador de la emocionalidad de adultos y niños. Así también sobre cómo pueden favorecer el desarrollo de niños y niñas con necesidades especiales.

- Efectos sociales: el tener mascotas promueve la cohesión e interacción con otras familias que tienen animales, generando un efecto positivo en la socialización temprana. Las mascotas generalmente logran unir a los miembros de una familia, mejorando la vida cotidiana y promoviendo una mayor interacción y comunicación. Los niños que tienen mascotas y son activos en su relación con ellas, tienen potencialmente mayor prevalencia a establecer vínculos de confianza y apropiarse del espacio comunitario y recreativo.

Maestros de vida

Un maestro es alguien de quien se recibe una enseñanza valiosa para nuestra vida. Desde esta perspectiva, ¿puede un animal cumplir con esa tarea en la vida de un niño?

Nuestras mascotas nos enseñan desde la compañía cotidiana. En cada momento de encuentro, juego o contacto que tenemos, su presencia no pasa desapercibida. Cuando los niños comparten a diario con animales, van moldeando un carácter particular y diferente de aquellos niños que no tienen la costumbre de compartir con mascotas. Crecer en compañía de un perro, gato u otro, tiene sin duda un valor agregado para el desarrollo de nuestros hijos, y tiene un impacto en la formación de determinados valores y habilidades que serán fuente de aprendizaje para su vida adulta, entre estos podemos destacar:

  1. Los niños con mascotas tienden a tener menos temor al contacto con animales, son más abiertos a explorar y dominan mejor la ansiedad frente a la posibilidad de tener contacto con el mundo animal.
  2. Las mascotas son fuente de cariño y retroalimentación positiva, por lo que benefician el desarrollo de una autoestima positiva en los niños y niñas, lo que sin duda es un recurso a largo plazo.
  3. Se entrena el buen trato y el respeto como elementos básicos para forjar una relación de cuidado. El niño aprende a cuidar y no sólo a ser cuidado.
  4. Muchas veces a nuestras mascotas las vemos llegar y les damos la bienvenida, pero también por el cumplimiento del ciclo de la vida u otras contingencias, a veces nos toca dejarlas partir y despedirlas. Este es un aprendizaje también para los niños, una enseñanza respecto a vivenciar el duelo por la muerte de otro que han querido y que deja huellas imborrables en su historia familiar.
  5. El amar a una mascota, tanto como para considerarle parte de la familia, ayuda a ejercitar la compasión, tal y cual lo plantea el Dalai Lama: el arte de la compasión responde a la idea de que los seres humanos somos buenos por naturaleza y cuando hemos sido respetados, cuidados y queridos desde niños, aprendemos también a respetar, cuidar y amar. Cuando nuestros padres modelan este tipo de conductas amorosas aprendemos a replicarlas, así también cuando sentimos amor por nuestras mascotas y éstas nos hacen sentir queridos, se activa ese círculo virtuoso del amor compasivo donde existimos para cuidarnos mutuamente.

Todo aquel que haya tenido alguna vez en su historia familiar una mascota importante, sabrá que cada una de estas cosas resultan ser ciertas. Porque cuando entregamos cariño a un animal, este con su mirada, sus movimientos y su presencia incondicional, nos devuelve el doble. Pocas veces nos detenemos a pensar lo importante que fue por ejemplo un perro o un gato, en qué momentos de nuestra vida nos acompañó, qué aprendizajes nos dejó… ¡Y claro! “Son solo animales”, podrán decirnos, ¡pero no! Han sido parte de nuestras familias.

Hoy los invito a volver a honrar a esos maestros que, sin conciencia de serlo, nos han enseñado tanto en nuestra infancia y hoy están haciéndolo con nuestros hijos.

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