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Decir que no, no nos hace peores personas. Eso es algo que nos ha costado muchísimo aprender y probablemente tenga que ver con la manera en que decimos las cosas o las interpretamos. ¿Eres de los que responde todos los mails que te mandan pidiendo ayuda, sacrificando tus propias necesidades? ¿O los postergas sin saber qué hacer hasta que ya es demasiado tarde? O peor aún, ¿eres de los que aceptan todo, pero luego tienes que andar inventando excusas para desentenderte de lo comprometido?

Si crees que tu bandeja de entrada se llena demasiado cada día, deberías ver la de Adam Grant. Ese sí que colapsa. ¿Recuerdas quién era? Alguna vez hablamos de su teoría: ayudar es clave para el éxito laboral. Y claro, él la lleva a la práctica constantemente. 

Como experto en psicología organizacional y profesor de la escuela de Wharton en la Universidad de Pennsylvania, recibe mails de personas con dudas, pidiéndole ayuda todo el tiempo y es conocido por no dejar a nadie esperando. Pero el que mucho abarca, poco aprieta y como todos, Grant también tiene sus límites.

¿Cómo decir que no sin dar un portazo en la cara? Lo que más nos incomoda de decir que no, es esa sensación que queda después… de haber sido descortés o poco esforzado. Adam tenía la misma inquietud y a partir de su propia experiencia, buscó una respuesta. En El Definido les entregamos una selección de sus maneras de decir que no sin arruinar la reputación, para que puedan aliviar su carga (especialmente laboral) sin sentirse mal por eso.

1. Aplazar: "Estoy colapsado en este momento, pero no dudes en insistir"

Hay momentos en los que el tiempo es oro y no se puede abarcar muchas peticiones. En estos casos, aplazar es una repuesta comprensible y que a la vez, filtra a las personas que realmente están interesadas en tu ayuda. 

2. Remitir la información: "No estoy calificado para hacer lo que me pides, pero aquí puedes encontrar algo"

A veces nos plantean dudas que se relacionan con nuestra área, pero que en verdad no somos los más adecuados para responder. Están fuera del rango de nuestra experiencia y ayudar puede ser al final un flaco favor para esas personas. Para no dejar a nadie con las manos vacías, si conocemos libros o cualquier tipo de publicaciones que puedan aportar con una respuesta, podemos recomendarlas.

3. Presentar a una persona: "Esto no está en mi poder, pero conozco a alguien que podría ayudarte"

Parecido al caso anterior. Si el tema o la acción se escapa de nuestras manos, podemos conectar a la persona con otra que sí puede ayudarlos (y que sabemos lo haría bien). Grant reconoce que con esto ha ahorrado mucho tiempo e incluso algunas personas terminaron consiguiendo puestos de trabajo y otros casándose. Eso sí, hay que asegurarse siempre de que la persona que estás presentando tenga el tiempo para ayudar y no se incomode con el contacto realizado. Para eso, basta con preguntarles antes.

4. El Puente: "Ustedes dos están trabajando hacia objetivos comunes"

Este es el match perfecto. Contactar a una personas que necesita algo, con otra que lo puede ayudar y a la vez beneficiarse de ese contacto. 

5. Unir: "Otros han planteado la misma pregunta, así que conversemos todos juntos"

Simple y eficiente. Especialmente para profesores, probablemente. ¿Por qué gastar tiempo respondiendo personalmente dudas que son comunes? Si hay muchas personas que necesitan el mismo tipo de ayuda, lo mejor es reunirlas. Probablemente ese encuentro sea fructífero en otros aspectos.

"Hay una gran diferencia entre complacer a la gente y ayudarla. Ser un 'dador' no se trata de decir sí a todas las personas, todo el tiempo, para todas las peticiones", advierte Grant. 

Ser claro y honesto

No está en la lista de Grant, pero resulta fundamental: Si sencillamente no tienes forma de ayudar a esa persona o simplemente no puedes hacer lo que te pide, más vale ser claro en tu negativa y franco respecto a tus razones, aunque transparentando tus motivos con el mayor tacto posible. 

Responder con evasivas o acceder para luego desentenderse del compromiso, a la larga sólo termina haciéndole perder el tiempo y energía a esa persona, que de otro modo, podría haber buscado con otro la ayuda que necesitaba. 

Decir que no, puede convenir mucho. No sólo a uno mismo, sino al que necesita la ayuda. Hay que ser eficiente y saber derivar la ayuda, para priorizar necesidades para responder a lo más urgente y para lo cual estemos de verdad capacitados. Y cuando no haya respuesta positiva posible, tener la madurez de expresarlo claramente.

¿En qué situaciones te has sentido mal al decir que no? ¿Tienes alguna técnica?