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Imagen: César Mejías

Niño escritor con extraña enfermedad muere y deja un increíble legado

Rubén Darío Ávalos murió esta semana a los 11 años, dejando tres cuentos y una novela publicados. Su historia de esfuerzo y optimismo nos encanta, y por eso queremos compartirla con ustedes.

Por María Jesús Martínez-Conde | 2017-11-23 | 13:45
Tags | escritura, escritor, lectura, enfermedad, salud, rubén darío, paraguay, niño
“Cuando escribo es un momento mágico que me traslada a otros mundos, otras épocas y otros universos”.
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A Rubén Darío desde niño le dolían los abrazos. No hablamos del famoso escritor nicaragüense, sino de un niño paraguayo que llevaba su mismo nombre y compartía su pasión por las letras. Rubén padecía de una extraña enfermedad que ataca a una persona entre 200 mil: histiocitocis. Esta patología crónica, que lamentablemente acabó con la vida de este joven el domingo pasado, también lo impulsó durante toda su vida a devorarse cuanto libro pasó por sus manos y a escribir con entusiasmo casi todos los días.

Rubén redactó tres libros de cuentos y una novela en vida. Hoy su historia nos emociona y por eso en El Definido queremos contárselas.

Facebook Liliana Flores.

Un niño que no dormía

A la madre de Rubén, Liliana Flores, siempre le llamó la atención que su hijo llorara tanto. Por las noches no dormía y era un milagro cuando lograba hacerlo por algunos minutos de corrido: “nunca olvidaré la madrugada que, con tres años, logró dormir 17 minutos seguidos”, señalaba. Rubén sudaba tanto, que su mamá a veces debía cambiarle hasta veinte veces el pijama, su fiebre subía con la misma facilidad con que al rato bajaba, y tenía calambres y problemas de respiración.

Los médicos paraguayos no pudieron nunca ponerse de acuerdo sobre su diagnóstico: que el crecimiento lo hacía sudar, que tenía cólicos, que sufría una neumonía mal curada o que era muy alérgico. La madre, separada ya del padre de Rubén, se fue con el niño a Brasil, en búsqueda de un diagnóstico, pero finalmente acabó en Sevilla (España), donde el equipo médico del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, dio en el clavo gracias a una biopsia: histiocitocis.

Esta enfermedad deriva del incremento anormal de un tipo de glóbulos blancos, los histiocitos, que acaban atacando los huesos, la piel, los pulmones y otras áreas del cuerpo en que se alojan. “en lugar de protegerme contra infecciones, bacterias y virus, mi sistema inmunitario literalmente ataca a mi organismo”, decía Rubén.

Lamentablemente, el diagnóstico tardío de la enfermedad permitió que se hiciera crónica; al no estar localizada, pronto los histiocitos comenzaron a hacer de las suyas en varias partes del cuerpo de Rubén.

Tres libros y una novela

Pero Rubén aprovechaba sus horas de desvelo. “Muchas veces no puedo dormir, siento mucho malestar, hay días en que no puedo salir afuera o ir a la escuela a jugar con mis amigos, así que me quedo en casa, leyendo y escribiendo cuentos, ¡que es una de mis mayores pasiones!”, contaba el niño.

A los dos años, comenzó a inventar historias en su cabeza que, al no saber aún escribir, le pedía a su mamá que transcribiese. Luego, cuando ya aprendió, empezó a inspirarse en sus sueños o en experiencias vividas para inventar relatos que llevaba al papel, en donde primaban la ciencia ficción, animales, médicos, hospitales, viajes, historia, cómics y superhéroes.

Con sólo 11 años admiraba a Borges, Augusto Roa Bastos, Miguel de Cervantes, Antonio Machado, García Márquez, Ernesto Sábato y Kafka, y aseguraba haberse ya leído más de 300 libros. Alimentarse de tantos buenos autores trajo sus frutos, y al momento de morir, Rubén ya había publicado cuatro libros y una novela histórica: Encuentros con Rubén (2015), Sensación de pureza (2015), Las cartas y otros cuentos impredecibles (2016), La medicina maestra (2016) y La diadema (2017). ¿Qué motivaba a Rubén a escribir y cómo le sirvió en su terapia?

“Cuando escribo es un momento mágico que me traslada a otros mundos, otras épocas y otros universos. Puedo ahí crear mi propia historia y mis propios personajes, ¡puede ocurrir lo que yo quiera!”, aseguraba Rubén en un reportaje.

Luego agregaba en otra entrevista que su enfermedad no lo dejaba jugar como los otros niños, sobre todo cuando implicaba un ejercicio físico: “entonces yo hago todo lo que no puedo hacer en mi imaginación y en mi creatividad (…). De repente se me viene una idea a la cabeza y ¡pum! Se me prende como un foco y se me vienen un montón de ideas y todo surge y todo cobra vida. Creo personajes tímidos, temerarios, miedosos o valientes”.

Fue tal la precocidad de este niño en las letras, quefue homenajeado en la Feria del Libro de La Rinconada (Sevilla), participó en la Escuela de Escritores Noveles de Mollina del Centro Andaluz de las Letras y hoy la biblioteca de su colegio lleva su nombre, pues no sólo sus profesores lo admiraban, sino también sus compañeros de colegio.

Una mirada positiva de las cosas

“Los compañeros han comenzado a tener a Rubén Darío como un líder positivo, como una referencia, como un ejemplo a seguir”, señalaba David Muñoz, profesor del niño. Y, al ver el positivismo de Rubén, sus compañeros también le prestaban ayuda en lo que necesitaba: “le llevamos la mochila”, “yo le he bajado algunas veces la silla de la mesa para que pueda sentarse”, comentaban algunas de sus amigas.

“En parte, las fuerzas me las da mi mamá, que ha luchado tanto por mí que es una mamá maravillosa y la mejor mamá del mundo. Me motiva un montón todo lo que hace por mí. Todo lo que luchamos juntos tiene que tener su recompensa, así yo me veo con ánimo de continuar, para ver algún día felicidad entre los dos, paz y armonía. Conocer a otros con mi misma enfermedad me anima bastante y yo les intento transmitir mucho optimismo. Todo lo malo tiene un por qué, pero todo lo malo también pasa”, decía Rubén el año pasado.

Todo este optimismo, también derivó de su pasión por las letras. Gracias a la publicación de sus libros, Rubén pudo ayudar a su mamá a costear parte de los tratamientos, pues debía asistir cada quince días al hospital a realizarse quimioterapias, pagar las deudas que aún mantienen en Paraguay y los medicamentos y corticoides que el niño necesitaba para sobrevivir. Esto, además de un arriendo y la comida.

El domingo pasado, Liliana Flores anunció en su cuenta de Facebook el fallecimiento de su hijo, lo que no sólo entristeció a su familia, sino a toda la comunidad hospitalaria que lo atendía, a sus compañeros de colegio y a todos quienes lo conocieron a través de las redes sociales, los medios y sus libros.

Facebook Liliana Flores.


Varios proyectos quedaron
inconclusos en la vida de Rubén, entre ellos la publicación de otras obras: “Uno entre doscientos mil”, “El dedo elástico” y “El Walkie Talkie de Texas”. Sin embargo, su entusiasmo y su legado serán siempre un ejemplo a seguir.

Si te interesa comprar sus libros y de paso ayudar a la madre de Rubén, puedes ingresa a este link y hacer tus encargos a Chile (el envío tiene un valor de 10 euros, equivalente a unos CLP$ 7.300).

¿Conoces a alguien como Rubén? ¡Cuéntanos!

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