Te subes al carro del metro o a la micro y, ¡aleluya!, hay varios asientos libres. Te acomodas y metes la mano al bolsillo de tu chaqueta para dar rienda suelta a uno de tus hábitos cotidianos más placenteros: revisar tu celular de Pé a Pá, pero… ¡No aparece! ¿Lo habré dejado en el baño?, ¿en la cocina?, ¿en la micro?, ¿en la cama? Empiezas a hacerte mil y una preguntas y se te ocurre una idea maravillosa: llamar a Juanito Pérez, sólo él puede saber dónde dejaste el maldito aparato pero, espera… ¡No tienes tu celular para llamarlo! ¡Pánico!
Sin que nos demos cuenta, la adicción al aparato móvil es cada día más común y el miedo a dejarlo en la casa hasta tiene un nombre: nomofobia o no-mobile-phone phobia (en español, la fobia a estar sin tu teléfono). El problema es que hoy, la mayoría de la gente es tan dependiente de su smartphone que muchas veces hasta deja de lado las relaciones personales cara a cara, privilegiando el WhatsApp. Pasar el rato con alguien que no quita su vista de la pantalla del teléfono, es realmente frustrantey es muy común que esto desencadene memorables peleas. Probablemente lo hayamos vivido en carne propia.
Lo importante es tener conciencia que, psicológicamente, se trata de una adicción como cualquier otra, avalada por estudios y que con voluntad y motivación, puede superarse siguiendo algunos consejos de profesionales.
Las adicciones que socialmente nos parecen más comunes son aquellas que involucran sustancias químicas: las drogas, el alcohol o los cigarros, por poner los tres ejemplos más populares. Sin embargo, también existen adicciones no-químicas, como la ludopatía (adicción a los juegos de azar), la ninfomanía (la adicción al sexo), el gasto compulsivo o la adicción a las compras.
La adicción al celular o a Internet se enmarcan dentro de esta categoría de adicciones no químicas. Pero si no hay una sustancia química placentera de por medio, ¿qué se busca con el teléfono?
De acuerdo a un estudio de la Revista española de drogodependencias, en estos casos la adicción no-química y repetitiva tiene por objeto aliviar una tensión, pero sus consecuencias son igualmente contraproducentes para el sujeto. Si algo impide realizar esa conducta adictiva (como cuando se queda el celular en la casa), se presenta un deseo compulsivo y un síndrome de abstinencia muy semejante al que experimentan los sujetos drogodependientes. Así no más: el smartphone funciona como una droga sin químicos, ¡pero igual de adictiva!
De acuerdo al mismo estudio, la particularidad que vuelve a Internet tan adictivo para los jóvenes, son las redes sociales. Y la accesibilidad que permite el smartphone a ellas, transforma a este aparato en la puerta de entrada a un mundo virtual especialmente estimulante. El uso de redes sociales a través del celular genera una receta perfecta que es muy atractiva: una alta cuota de intimidad, sumada a un anonimato que mantiene al usuario bastante cómodo y seguro. Y esto puede tener consecuencias graves.
De acuerdo a otro estudio, publicado por la Revista Aloma, el uso intensivo o desadaptado del celular, puede provocar un fenómeno llamado FoMO o fear of missing out (en español, miedo a perderse algo). Se trata de esa sensación que tienes cuando llevas un buen rato sin tu teléfono (en el cine, en un camping o en el trabajo porque se te quedó en la casa) y no puedes sacarte de la cabeza la idea de que hay información que te estás perdiendo: la última foto en que te etiquetaron, ese mensaje que esperas hace semanas o el temor a que te llamen y no te encuentren.
Esta sensación va a acompañada de un malestar, pues sabes que otras personas están realizando esa actividad agradable, mientras tú mismo no puedes hacerlo. Y, sin duda, tanto la nomofobia como el FoMo, son síntomas de que algo anda mal; tienes una adicción que creías que era inocua.
Primero, debemos dejar algo en claro: no toda relación con el celular es adictiva. Hay gente que hace uso de su aparato móvil sin problemas y no genera adicciones, dan la debida cabida a su entorno social en su vida y son capaces de apagar o guardar el teléfono en una situación necesaria. Sin embargo, hay muchos (¡demasiados!) que presentan conductas adictivas y que, sin darse cuenta, están dañando sus vínculos más estrechos. Aquí algunas alertas sobre el uso compulsivo del smartphone que indican una dependencia anormal:
Si te sentiste identificado con varios de los puntos de alerta, deberías ocuparte, pues claramente tienes una adicción a tu celular que, eventualmente, podría dañar tus relaciones personales o tu estado de ánimo. Veamos de qué formas.
No se trata de aislarse del todo y negar la utilidad que tiene hoy un smartphone, pero si ya has detectado el problema, es hora de ponerle límites y hay dos caminos para ello: con el celular o sin él. Elige el que más te convenga.
Si sientes que aún no es una compulsión sin retorno, puedes tomar conciencia del problema e intentar bajar tu cuota diaria de revisión, incluso haciendo uso de algunas útiles aplicaciones. Es cierto, suena extraño calmar el uso del smartphone utilizando el smartphone, pero si aún no es un problema grave, puede dar resultado.
La aplicación Moment(iOS), por ejemplo, cuantifica el tiempo en que usas tu celular al día. Si sientes que es mucho, puedes ponerte límites y recibirás notificaciones cuando superes tu cuota. Inclusive, puedes permitir que la app te fuerce a dejar el teléfono si tu uso se ha transformado en abuso. Dentro de esta app también existe la opción Moment Family, que te permite rastrear la cantidad de tiempo que tus hijos usan el teléfono y también establecer límites (si usas Android, podrías probar Pause, una app que funciona informándote sobre el tiempo que logras mantenerte offline).
Ahora, si crees que tienes un problema real de adicción al smartphone o a Internet, el camino es un poco más duro, pero muy necesario pues te traerá la calma que has ido perdiendo. Primero, deberías pedir ayuda a tu entorno más cercano: padres, pareja, amigos o profesores. También te sería muy útil tomar una consulta con un psicólogo que sea especialista en adicciones, pues te ayudará en tu camino a la recuperación.
Luego, comienza a realizar pequeños cambios en tu relación con el teléfono, usándolo sólo en determinados momentos del día. Con el tiempo, verás cómo vas perdiendo dependencia, prueba apagándolo cuando no lo necesites o a veces sal de la casa sin él. Hazlo progresivamente y sin apuros, para no provocar síndrome de abstinencia.
Debes convencerte de una premisa muy lógica, pero sobre la que podemos llegar a perder el sentido: el smartphone es una herramienta que nos sirve, no una que controla nuestra vidas. El teléfono lo usas tú para facilitar tu vida, que el aparato no acabe dictándote a ti tu comportamiento.
Y el último punto y más difícil: comprende qué hay detrás de tu adicción. Siempre que te haces adicto a algo, una sustancia química o no-química, hay algún aspecto de tu personalidad que no está resuelto, algo en ti que te llevó a tener un comportamiento compulsivo. Un profesional te podrá guiar para detectarlo y resolverlo.