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Imagen: Rodrigo Avilés

Música para combatir la exclusión: Venezuela y "El Sistema"

300 mil niños repartidos en sus dos mil quinientas orquestas y coros son producto del programa de responsabilidad social más exitoso de Venezuela. Esta es su historia.

Por Martín Poblete @martin_poblete | 2015-09-16 | 07:00
Tags | música, Venezuela, sociedad, inclusión, orquesta

Al igual que la semana pasada (¡gracias por los buenos comentarios!), se sugiere ponerle play a este video y dejarlo sonando para acompañar la lectura de este artículo.

Con la batuta abajo y su mano izquierda en alto, el director de orquesta guía el final de una interpretación perfecta de la Sinfonía del Nuevo Mundo de Antonín Dvorak. Al terminar la obra suspira con los ojos entornados, agradece a sus músicos con una pequeña reverencia y se voltea hacia las siete mil personas que colman la Sala Nervi del Vaticano. La ovación a Gustavo Dudamel, director de orquesta venezolano, dura varios minutos. El Papa Benedicto XVI se acercaría luego a saludarlo en persona y agradecer su presencia en su octogésimo cumpleaños.

Gustavo Dudamel nació en la ciudad de Barquisimeto, hijo de un trombonista y una profesora de canto. Comenzó a estudiar violín a la temprana edad de cuatro años, y a los doce comenzó a formarse como director de orquesta. Mientras otros niños jugaban a la guerra con sus soldaditos de plástico, Gustavo los distribuía en posiciones de orquesta y, con una sinfonía sonando de fondo, jugaba a dirigirlos.

A los 21 años fue invitado a estudiar en la Orquesta Filarmónica de Berlín, en ese entonces dirigida por Sir Simon Rattle. Thomas Clamor, trompetista de la orquesta, lo recibió en su casa durante su estadía en Alemania. Años después Clamor contaría que le preocupaba lo mucho que estudiaba Dudamel. Era capaz de pasar días enteros estudiando partituras y escuchando conciertos. Más de una vez tuvo que pararlo en seco y mandarlo a dormir.

Hoy, a sus 34 años, los “soldaditos” a los que Dudamel dirige son algunas de las orquestas más importantes del mundo, como la Filarmónica de Los Ángeles (la famosa “LA Phil”) y la Sinfónica de Gotemburgo. Sin embargo, esto pareciera no importar demasiado: sin miedo a mostrar cuánto disfruta lo que hace, sobre el escenario su sonrisa parece imborrable. Como si esto fuera todavía un juego.

Gustavo Dudamel. Fuente: Tutupash.com

"El Sistema"

Gustavo Dudamel es un caso emblemático del éxito del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, más conocido simplemente como “El Sistema”. Esta iniciativa, pionera en la sistematización de la educación musical con fines sociales, fue fundada en 1975 por el economista, político y músico José Antonio Abreu, conocido por sus discípulos como “El Maestro”. En sus inicios Abreu, junto con ocho estudiantes de música, ampararon su proyecto en una ley de 1964 que establecía la obligatoriedad de la enseñanza musical.

Comenzaron juntándose a ensayar en un estacionamiento, sin presupuesto y sin profesores, pero rápidamente fueron creciendo. En menos de un año ya contaban con ochenta músicos en sus líneas, y hacia 1979 el Estado reconoció su trabajo dándoles su respaldo como fundación estatal.

Desde 2010 “El Sistema” forma parte de la Vicepresidencia de la República de Venezuela, y a día de hoy cuenta con más de 300 mil niños repartidos en sus dos mil quinientas orquestas y coros, bajo la instrucción de nueve mil profesores. Tres cuartos de ellos provienen de sectores vulnerables. Ninguno paga aranceles ni da exámenes de admisión. La idea es que nadie se quede fuera.

“El Sistema”, además, se encarga de capacitar y respaldar a aquellas iniciativas locales que deseen conformar un núcleo de enseñanza en su ciudad. De esta forma fomentan la participación ciudadana y la descentralización de su labor.

José Antonio Abreu en los inicios de "El Sistema": Fuente: El Universal

Su nivel de cobertura y el éxito de sus resultados han posicionado a “El Sistema” como el proyecto de responsabilidad social más exitoso de la historia de Venezuela. Sus orquestas son invitadas a tocar en todo el mundo, y su modelo de intervención social mediante la música ha sido replicado en más de cuarenta países, entre los que se encuentran Estados Unidos, Inglaterra, Portugal, Argentina, Colombia, Corea del Sur, Emiratos Árabes, España y, por supuesto, Chile. Nuestra Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles (FOJI) ofrece tres mil conciertos al año y en ella participan 12 mil niños y jóvenes de todo el país.

¿Qué hace la música por combatir la exclusión social?

Entendamos como exclusión social la privación de los derechos que, se supone, son propios de todos los integrantes de una sociedad. No solo se trata de insatisfacción de necesidades, sino de la privación de una vida social integrada en su amplio sentido. Hablamos de un problema social que puede afectar a individuos o a grupos enteros, asociado a factores como discapacidad, pobreza material, pertenencia a minorías, falta de educación y segregación geográfica, entre otros factores.

Quien goza de una vida social plenamente integrada tiene relaciones sociales sólidas y un sentido de vida en el que creer, mientras que quien vive excluido adolece de precariedad laboral, relaciones sociales débiles y fragilidad en sus convicciones personales.

En el caso de los niños y jóvenes socialmente excluidos es frecuente encontrarse con factores como pobreza cultural, dificultades sociales, problemas de aprendizaje, trastornos de conducta y falta de motivaciones, entre muchos otros.

Aquí es donde entra la música. Está comprobado que esta tiene un impacto positivo en muchos de estos factores: estimula habilidades matemáticas y de lenguaje, mejora la memoria y la concentración y aumenta la tolerancia a la frustración, a la vez que fortalece la disciplina, la comunicación y el trabajo en equipo. Por otra parte, da a los niños y jóvenes un buen uso del tiempo libre, alejándolos de las calles y la violencia, y los inserta en nuevos grupos de referencia, protegidos de drogas y pandillas. Por último, la posibilidad de ampliar su mundo, tocar en vivo, viajar y recibir el reconocimiento de una audiencia son experiencias que contribuyen enormemente al fortalecimiento de la autoestima y a la formación de un buen capital cultural, y a las que de seguro no podrían acceder de otra forma.

Obviamente casos como el de Dudamel son excepcionales. Pero sin instituciones como “El Sistema” muchos talentos como el suyo permanecerían ocultos, sin un estímulo que los potencie. Y aunque no todos los niños que egresen de “El Sistema” serán Gustavo Dudamel, los beneficios que esta clase de experiencias les proporcionan son innegables. Las habilidades que se desarrollan gracias a la educación musical ayudan a generar una mayor igualdad en competencias intelectuales, sociales y culturales, contribuyendo a acercar el punto de partida entre los sectores excluidos y los sectores más privilegiados de la sociedad. En otras palabras: a combatir la exclusión mediante la música.

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