Promover el que la gente sea dueña de su propia casa, ha sido una política económica central de muchos países por más de un siglo. Lo que la teoría dice es que esto trae beneficios para todos: una propiedad es una inversión estable que sirve para protegerse de la inflación; una persona que es dueña de una casa tiene más capacidad para ahorrar, se preocupa de cuidar su casa y su barrio, y es más activa política y cívicamente. Por el otro lado, el gobierno obtiene más estabilidad social y crecimiento económico: el sector de construcción es relevante para la economía y sistema financiero (aun cuando gran parte del sector construcción está dado por obras en minería y energía).
¿En la práctica? El debate está dividido. Especialmente después de la gran crisis financiera del 2008, donde la caída del mercado inmobiliario norteamericano repercutió en la economía del resto del mundo, el tema de la casa propia fue bajado de su pedestal y ha estado en el debate constantemente.
¿Necesita un país tener alto porcentaje de gente con casa propia para ser desarrollado, rico o estable?
No necesariamente. Países como Rusia, Bangladesh y la India tienen más de un 80% de su población viviendo en su casa propia (Chile tiene alrededor de un 69%). Por otro lado, en Alemania, Suiza y Corea del Sur ¡el porcentaje ronda cerca de 50% o menos!
Esta nación europea, tiene uno de los porcentajes más bajos de dueños de casa del mundo, con un 53.2% registrado en el año 2012. ¿Cómo llegaron a esto? Después de la Segunda Guerra Mundial, había poco interés (y dinero) de parte de los ciudadanos para comprar, y acceder a créditos era extremadamente difícil, por lo que el gobierno decidió comenzar a regular el mercado de los arriendos.
Por poner dos ejemplos, la ley en Alemania le da la facultad a los Estados de limitar los incrementos de renta a un máximo de 15% en el transcurso de tres años. Además, hay índices de renta oficiales, donde uno como arrendatario puede revisar si está pagando “lo justo”. De no ser así, se puede recurrir a una asociación de arrendatarios para que vean tu caso y te ayuden.
Curiosamente, los arriendos en Alemania no son necesariamente más baratos. En ciudades como Colonia, Hamburgo y Múnich, una persona puede gastar hasta la mitad de su sueldo en arriendo. Aun así, un 93% de los alemanes se declaró satisfecho con su situación habitacional según un estudio publicado por la OCDE. En términos simples, tienen una cultura habitacional distinta.
España, a pesar de tener más de un 80% de personas con su propio hogar y haber pasado por crisis económicas y largos períodos de endeudamiento, comparte el mismo porcentaje de satisfacción habitacional que Alemania: un 93% (en el mismo estudio, Chile mostró un 76% de satisfacción).
Hong Kong es una de las regiones con el metro cuadrado más caro del mundo, pero han solucionado el problema de proveer viviendas a través de los arriendos. Durante la década de los setenta y ochenta, el gobierno persiguió activamente el proveer viviendas estatales y subsidios habitacionales para la población (especialmente los sectores más pobres). Hacia fines de los noventa, la burbuja inmobiliaria que se había formado echó a piso los precios de viviendas durante la crisis asiática (cayeron hasta un 50%), por lo que el gobierno redestinó muchas de sus obras a ampliar su programa de arriendo de viviendas públicas (en vez de venderlas).
Hoy en día, un 30% de la población que hace uso del sistema de subsidios y viviendas públicas, son arrendatarios cuyas rentas se ajustan dependiendo del ingreso de cada grupo familiar y varían entre los 35 y 350 mil pesos chilenos. Sin embargo, la lista de espera para acceder a estos beneficios puede durar hasta tres años, y entre medio la gente debe vivir a veces en condiciones inhumanas.
Hay muchos que responsabilizan al sueño americano de tener casa propia de haber causado la crisis financiera del 2008. Por lo mismo, luego de la crisis se ha visto un cambio en la mentalidad norteamericana: la gente está más abierta al concepto de arrendar, y de aceptar socialmente de mejor manera a quienes arriendan. En el pasado, el concepto de arrendar solía estar ligado a la inseguridad financiera o falta de éxito.
Conclusiones
Es perfectamente respetable si alguien prefiere arrendar en vez de comprar. Sin embargo, cuando los arriendos suben demasiado (debido a la excesiva demanda y/o falta de regulación) hay instancias donde puede salir más a cuenta comprar una vivienda pagando el interés de un crédito que pagar una renta excesiva. Es lo que está pasando más y más en Brasil, donde las grandes alzas en precios inmobiliarios (en muchas ciudades se han hasta triplicado desde 2008, según el prestigioso diario Financial Times) se están traspasando a los arrendatarios.
Por otro lado, el que sea más difícil acceder a créditos para comprar una casa puede ser duro para los ciudadanos, pero no necesariamente malo para la economía: el mercado inmobiliario estadounidense se derrumbó, precisamente, porque era muy fácil acceder a créditos hipotecarios. Cuando los deudores habitacionales se declararon en quiebra y no pudieron seguir pagando su crédito, terminaron arrastrando a todo el mercado y la economía (aunque, dicho sea de paso, la culpa no fue necesariamente de ellos).
El propósito de esta columna es simplemente dar una visión más global del famoso sueño de tener casa propia, y mostrar que no hay una correlación obligatoria entre ser dueño de una casa y estar satisfecho con el propio hogar. El promover que la gente adquiera propiedades ha sido una misión gubernamental bastante transversal en el mundo, y en varios países es un concepto que sigue fuertemente arraigado en la cultura (incluido el nuestro).
Mientras que el ofrecer viviendas seguras y accesibles es un requisito básico de gobierno para cualquier nación desarrollada, esto no quiere decir que esto deba hacerse exclusivamente a través de la compra y el endeudamiento. Y cuando la presión de la falta de (o excesiva) regulación se transfiere a los ciudadanos, es nuestro deber informarnos para exigirle a las autoridades medidas más justas, sin caer en el fuego cruzado de batallas políticas y el uso de eslóganes tanto de oposición como del gobierno de turno.