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Imagen: César Mejías

9 padres del reino animal que conmueven por la forma en que cuidan a sus hijos

La devoción con que estos machos cuidan a sus crías, nos hace replantearnos el estereotipo del animal que "se aparea y se olvida de su prole". Si bien ser buen o mal padre es un juicio cultural ajeno al reino animal, estos padres son capaces de darnos una buena lección de entrega.

Por María Jesús Martínez-Conde | 2019-06-14 | 07:00
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La agresividad por la que son mundialmente conocidos los lobos es un estereotipo, porque la verdad es que el padre de esta especie suele ser seguro de sí mismo, brindando confianza a su familia, pero de manera siempre cariñosa.
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Cuando pensamos en las maravillas del mundo animal, usualmente nos acordamos de esos grandes actos que llevan a cabo algunas madres que las hacen parecer hasta humanas: la matriarca elefante y su asombrosa tolerancia al dolor, las abuelas orcas que son nodrizas de sus nietos o la aperrada y trabajadora mamá leona. Pero, ¿qué hay de los padres?

Hay un prejuicio extendido que postula que los padres del reino animal son todos unos holgazanes que solo se acercan a la hembra para aparearse y después siguen su camino. Pero en los casos que a continuación te exponemos, muchos de ellos de especies chilenas, ¡no hay nada más alejado de la verdad! Estos padres dan su vida por sus hijos, se hacen cargo de su alimentación, los cargan y hasta son responsables de sus nacimientos.

En este Día del Padre, queremos reivindicar la paternidad animal a través de ejemplos que atestiguan que el amor de papá no es solo una cosa cultural y aprendida, sino que viene de fábrica y también es capaz de admirables actos de entrega.

Papá mono tití: cargando y educando a su cría

Para los monos tití —que viven en parte de Brasil, Perú y Bolivia- la monogamia no es algo "tirado de las mechas". Muchos de ellos establecen vínculos que perduran toda su vida, fundando clanes de hasta 15 miembros por pareja.

Cuando la madre tití da a luz, de inmediato es el padre quien carga a la cría sobre su lomo, y así permanecerá durante los próximos tres o cuatro meses, aunque cada vez dándole más libertad para jugar y dar sus primeros pasos. Este papá mono atento, acerca varias veces al día a su hijo hasta su mamá para que ella pueda amamantarlo, pero luego lo sube de nuevo sobre su espalda para continuar mostrándole el mundo (y de paso, enseñándole a vocalizar).

¡Y eso no es todo! Hasta que la cría cumple un año, es el padre quien comparte su alimento con él, pues la madre debe ocuparse de tener una buena dieta para garantizar buena leche para el monito.

Pequeño mono Tití rojo sobre el lomo de su papá/Zooborns/Zoológico de Belfast

Papá caballito de mar: embarazado y con un duro parto

Aunque desconocemos si el caballito de mar macho tiene náuseas por las mañanas o antojos inusuales por las tardes, la verdad es que ¡ se embaraza! A partir de un coqueto ritual de apareamiento, la hembra de esta especie deposita sus huevos dentro del cuerpo de su pareja, para que luego el padre los fertilice y los cargue hasta el momento del nacimiento.

Así, el papá caballito de mar luce una abultada panza durante 45 días con gran orgullo, hasta que comienzan las contracciones. Es entonces cuando da a luz a hasta 400 hipocampos, como también se le llama a esta especie, de manera casi pirotécnica y aparentemente muy agotadora. Sin duda un excepcional caso de la naturaleza.

Papá pingüino emperador: luchando contra las inclemencias de la Antártica

La marcha que el pingüino emperador realiza cada año para lograr que su cría sobreviva, es absolutamente conmovedora (¿viste el documental El viaje del emperador?). Cada temporada, al volver a su zona de reproducción, busca a su pareja del año anterior para aparearse y solo en el caso de no encontrarla (a causa de su eventual muerte) lo hace con otra. Fruto de esto, la hembra pone un huevo en pleno invierno antártico y parte a alimentarse nuevamente al mar, porque el proceso es muy cansador y necesita reponer energías.

Pero ese huevo no queda abandonado a su suerte, el padre rápidamente lo pone sobre sus patas y lo cubre con parte de su abdomen y su plumaje para brindarle calor. Es tal su entrega a esta cría, que durante los dos meses siguientes no come ni se mueve para no exponerla a las crudas condiciones del ambiente. Quietecito y esperando el nacimiento, pasa todo el invierno.

En septiembre nace el polluelo, lo que coincide con la llegada de la madre. Es entonces que se produce el relevo y, mientras la mamá cuida a la cría, el macho por fin sale a alimentarse. Pero si la madre se retrasa, el padre la alimenta a partir de una secreción blanca que regurgita desde su estómago casi vacío, en un último gran esfuerzo por mantenerla viva.

Ranita de Darwin: a falta de madre, ¿bueno es comerse a los niños?

Y si el caballito de mar es capaz de embarazarse, los machos de ranita de Darwin —anfibio en peligro de extinción y endémico de los bosques templados de Chile y Argentina- doblan su apuesta: ¡se "embarazan" pero dentro de su boca! ¿Cómo es esto?

Después del amplexo (el equivalente anfibio a la cópula de los mamíferos), la hembra deposita sobre el suelo del bosque entre 3 y 30 huevos, los que son fertilizados por el macho. La mamá se va y es el padre quien se queda a cargo de vigilar a los pequeños por nacer, pendiente de que no enfrenten ningún peligro.

Dos semanas después, cuando los embriones comienzan a moverse dentro del huevo, papá ranita dice "es hora de metérmelos a la boca", ¡pero no para comérselos! Sino para que los huevos eclosionen y las larvas viajen al saco bucal, una bolsita que está bajo la lengua del padre.

Durante seis a ocho semanas, las larvas crecen en este lugar seguro, alimentándose de una sustancia especial que les proporciona el macho, hasta que se produce la metamorfosis y se transforman en sapos (al revés del príncipe del cuento). En este milagroso momento, papá ranita de Darwin vomita (literalmente) a sus hijos, quienes comienzan su vida independiente.

Papá zorro rojo: proveedor y protector

El zorro rojo no se embaraza ni tampoco carga con sus hijos de un lado a otro, pero su mérito es igualmente potente. Es el padre protector que vigila, provee, alimenta y enseña a sus hijos hasta que tienen la edad suficiente para valerse por sí mismos.

Cual app de delivery gratuita, el padre llega todos los días a la guarida de sus crías, donde también está la madre, con comida fresca para alimentarlos durante al menos tres meses. En muchas ocasiones incluso padre y madre practican la monogamia, y se preocupan de manera diligente de la crianza conjunta de sus hijos.

Una vez que las crías están más grandes, el padre deja de consentirlas tanto, impulsándolas a cazar a sus propios animales y a explorar su entorno. Tanto así, que entierra algunas presas cerca del lugar donde duermen para que los cachorros las olfateen y empiecen a desarrollar sus propios instintitos de depredadores.

El fotógrafo Ian Murray tomó imágenes de este zorro macho y sus crías durante tres años, pensando que se trataba de una hembra/The Dodo/Ian Murray/Wallace River fotografía.

Papá ñandú: incubando y defendiendo a los charitos

El ñandú, presente en nuestra Patagonia, es un padre ejemplar. Una vez que se aparea con la hembra, se mantiene cerca del nido, a la espera de que ella deposite los huevos. Para la madre esto es un trámite; apenas lo ha hecho, desaparece en búsqueda de nuevas parejas con las que aparearse.

Es entonces que el macho se acerca a los huevos y asume su incubación completa, durante hasta 40 días. Escondido entre la vegetación, protege a sus futuros hijos de manera activa, peleando con otros machos para defender a su prole. Cada cierto tiempo el papá ñandú voltea los huevos para que su temperatura sea homogénea y las membranas no se adhieran.

Entre diciembre y enero aparecen los "charitos" (pichones de ñandú) y el padre es también quien se encarga de su crianza, protegiéndolos del zorro, el chingue y el quirquincho peludo, sus mayores enemigos.

Padre ñandú y sus charitos/Cartilla de difusión CEA Chile

Papá cisne de cuello negro: "con mis polluelos no te metas"

El macho de esta ave, también presente en nuestro territorio, es un padre presente y con las cosas claras. Después de aparearse, la pareja construye un nido muy cerca del agua, usando juncos, plantas acuáticas, coirón y cómodamente acolchado a veces con lana de oveja. En este sitio, la mamá cisne incubará unos cuatro u ocho huevos.

Pese a que esta vez es ella la que da calor y cuidado directo a sus futuros hijos, el papá cisne de cuello negro permanece cerca todo el tiempo, incluso ocupándose activamente del nido cuando la mamá sale a alimentarse. Es entonces que saca su veta más agresiva, espantando a quien ose mirar de cerca los huevos.

Cuales " patitos feos", los polluelos nacen muy distintos a sus distinguidos padres, todos chascones y sin el característico cuello negro. En esta primera etapa, es común verlos montados sobre la espalda de su padre o madre, quienes participan conjuntamente de su crianza y de su traslado para brindarles calor, abrigo y descanso bajo sus alas.

Pareja de cisnes de cuello negro junto a sus polluelos/Municipalidad de Concepción

Papa lobo: rompiendo estereotipos

Contrario a lo que muchos piensan sobre los lobos, el macho alfa de la manada dista mucho de ser ese animal agresivo y que muestra sus dientes tanto a los enemigos como a su prole. La agresividad por la que son mundialmente conocidos los lobos es un estereotipo, porque la verdad es que el padre de esta especie suele ser seguro de sí mismo, brindando confianza a su familia, pero de manera siempre cariñosa. Gigantescas bestias (pueden medir hasta un metro y pesar hasta 80 kg.) que lideran la manada, suelen jugar con sus cachorros de tú a tú, dejándose ganar solo para satisfacer a los pequeños, quienes salen ilesos y triunfantes de esta "lucha".

Hay pocos padres animales que cuiden a sus hijos durante todo el año, vigilándolos y llevándoles alimento. Pues bien, el papá lobo ayuda a criar a sus hijos durante varios años, protege a la hembra y ejerce un papel de modelo para sus cachorros.

La devoción por su familia y su rol basado en el respecto a la manada, se complementa con cierta sumisión a las decisiones de la hembra, pues algunos expertos plantean que realmente quien "corta el queque" en el bosque, es la matriarca.

Padre lobo con su cachorro/White Wolf Pack.

Papá gorila: los huérfanos tienen en quien confiar

Los machos adultos de los gorilas, conocidos también como "espaldas plateadas", son fuertes y dominantes, estando al mando de grupos de entre 5 a 30 individuos. Al tener fuerza y potencia, están a cargo de la seguridad del equipo, tomando las decisiones importantes y mediando en los conflictos internos, incluso en las pequeñas disputas entre los pequeños hermanos.

Pero este papá mono no es un ser agresivo con su familia, solo saca las garras cuando un macho ajeno quiere aparearse con sus hembras, lo que inevitablemente desencadenaría el asesinato de sus crías, para eliminar toda la descendencia del vencido. Por eso es muy protector con los monitos que aún "no dejan el nido", pues machos y hembras parten en búsqueda de sus propios grupos al cumplir más o menos los diez u once años.

Cuando las hembras mueren y sus crías quedan huérfanas, el macho asume muy bien su rol de padre, relevando las labores maternales. Además, diariamente se ocupa de alimentar a todo el grupo, lo que no es menor si se considera que cada gorila come casi 23 kilos en promedio por jornada.

Espalda plateada con sus crías/Foto Natura/Juan José Sesé García

¿Conoces otro padre animal que destaque por su conducta?

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