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Imagen: César Mejías

Micronaciones: ¿cómo son y cuál es su historia?

Estos territorios tienen dueños que decidieron que ya era suficiente, y declararon su independencia. ¿Te gustaría tener tu propio país? Conoce la experiencia de quienes lo han intentado.

Por Alvaro Lopez B. | 2017-02-09 | 15:10
Tags | micronaciones, territorio, dominio, naciones, países, soberanía, independencia
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El otro día, conversaba con mi amigo Claudio (dijo que me pasaría algo muy malo si no lo mencionaba) y de repente me comenta, a propósito de un capítulo de una excelente serie: "¡Haré mi propio país! ¡Y le pondré Belloto Norte-Norte!" (él es de Belloto). Ante ese exabrupto, una débil lucecita se iluminó en mi cabeza, y recordé que hay una gran cantidad de personas, que en algún momento dijeron: "¡Basta! ¡Haré mi propio país, con juegos de azar y hombrezuelos!" (o mujerzuelas, según el caso).

Hoy, en El Definido, les contaremos un poco más sobre las micronaciones, naciones pequeñísimas a las que nadie reconoce (excepto ellas mismas), y que por razones históricas, revolucionarias o sencillamente de pura frescura, quisieron independizarse. Hay de todo y aunque podría parecer “poco serio” a primera vista, la verdad es que ha dado para todo tipo de investigaciones, desde derecho internacional y teoría cultural, hasta numismática y sociología.

¿Qué es una micronación?

Es un territorio pequeñísimo, que alega independencia y soberanía. El más grande de ellos, el Principado de Hutt River, tiene el “enorme” territorio de 75km2, pero como promedio miden muchísimo menos.

Para que un estado soberano, tenga las condiciones mínimas para ser reconocido como tal, generalmente se apela a las condiciones que establece la Convención de Montevideo, que indican que debe tener:

1. Población permanente

2. Territorio determinado

3. Un gobierno

4. La capacidad de establecer relaciones con los demás Estados

La Convención, además, en su artículo 3 dice que “la existencia política de un Estado, es independiente de su reconocimiento por otros Estados”. Existen dos formas de reconocer un Estado o un gobierno: de iure, y de facto. O sea, en forma legal, y en los hechos.

La primera, es por ejemplo a través de un documento, que declara en forma explícita el reconocimiento de un país por parte de otro. Implica además la posibilidad de establecer embajadas, consulados y tratados internacionales.

La segunda, es que a pesar de que haya o no un documento así, el país que “reconoce” a otro de facto, se comporta en los hechos como si el otro fuera efectivamente un país. Por ejemplo: aunque EE.UU. no se ha pronunciado sobre la legalidad de Taiwán (una espinita clavada para China desde hace mucho), se comporta en los hechos, como si fuera un estado soberano. En cambio, no tiene la misma delicadeza con la República de Molossia, que es un terreno de media hectárea ubicado cerca de Reno, Nevada.

Algunas micronaciones cumplen con la convención de Montevideo, algunas no. Esto se debe, a que algunas son intentos realmente serios de tener un estado soberano, y otras, en realidad existen con propósitos no tan serios. Y aún otras, no les importa ni les interesa cumplir con esas convenciones “de la ciencia…” perdón, “política oficial”.

Y antes de contarles los casos, para tener la película clara, también debemos distinguir entre micronaciones, y otros conceptos parecidos, pero bastante diferentes.

Mini-estado: los mini o microestados, son países pequeñísimos, con un territorio ínfimo, pero que han sido reconocidos como tales por la comunidad internacional. Aquí contamos a San Marino, la Ciudad de Vaticano, Mónaco, entre varias más.

Nación no reconocida: hace un tiempo hicimos un artículo donde les contábamos que existen países o naciones que por muchas razones (políticas, históricas, militares), no han sido reconocidas por el resto de sus pares. Aquí está Taiwan, pero también Palestina e Israel. La diferencia, es que sus territorios son apreciablemente más grandes que los de una micronación, y su población, también. Y para qué decir de que sus historias son notablemente más largas que las de cualquier micronación actual.

País imaginario: el País de las Maravillas de Alicia es un país imaginario, con gobierno y hasta ejército y monarquía imaginaria, pero no se puede verificar en la “realidad real”. Por lo tanto, obviamente nadie lo reconoce seriamente como tal. Y así como ese país, existen muchos países que son ejercicios de la imaginación o bien experimentos artísticos y sociales, pero que no poseen un territorio real. Por ejemplo, el NSK State, del colectivo artístico esloveno NSK, o bien Asgardia, concebida como la futura “nación” de la humanidad en el espacio. Aquí, pienso yo, cabe también el famoso Reino de la Araucanía, de Orélie-Antoine de Tounens, cuya sucesión actualmente se encuentra en disputa y cuya idea algunas personas piensan que se puede utilizar como herramienta de reivindicación de la causa mapuche.

A continuación, dado que existen literalmente miles de estas pequeñas naciones, les contaremos sobre las tres que nos llamaron más la atención.

Las micronaciones. Explora tu mundo.

El Principado de Seborga

Es quizás una de las micronaciones con más rancio abolengo y más historia. Todo parte el año 954. Ese año, la pequeña ciudad de Seborga (mide 4,9 km2), ubicada en el norte de Italia y cerca de Mónaco, pasó a ser parte de los monjes benedictinos de San Honorato de Lerins, y en 1079, el abad del monasterio fue hecho príncipe.

Aparentemente en 1729, este principado lo compró la casa de los Saboya y el año 1815, Seborga fue omitida en la redistribución de territorios tras las guerras napoleónicas, y tampoco se le menciona en el Acta de Unificación del Reino de Italia de 1861. Por lo tanto, tampoco pertenecería a la República de Italia, constituida en 1946.

Entonces, según Giorgio Carbone, un florista de Seborga que se le ocurrió todo esto en 1963, Seborga no pertenecería jurídicamente al territorio italiano. Giorgio fue apoyado por la población local, y fue coronado Su Alteza Serena, Príncipe Giorgio I (aunque gustaba de ser llamado “Su Tremendidad”), y ratificado por plebiscito en 1995. Giorgio gobernó hasta su muerte el año 2009, y le sucedió el Príncipe Marcello I.

El gobierno italiano parece ser tolerante ante estas pretensiones, dado que no han intentado una secesión en toda regla, y la iniciativa parece atraer turistas a la zona, por lo que todos ganan.

Sealand

La historia de Sealand es muy distinta. Todo comenzó con la construcción de una plataforma militar de 4.000 m2 en 1943, llamada Fuerte Roughs y que se elevó en el mar del Norte, para defender a las embarcaciones que salían de Inglaterra de las minas que lanzaban los alemanes. Esta plataforma fue abandonada el año 1956.

En 1965, fue ocupada en dos ocasiones por Jack Moore y su hija Jane, a nombre de la radio pirata Wonderful Radio London, que era un barco que emitía programas piratas (y que inspiró una película muy entretenida, aunque algo abucheada por la crítica). Dos años después, fue ocupada nuevamente, esta vez de manera más permanente, por Paddy Roy Bates, a nombre de la radio pirata Radio Essex. Aunque nunca pudo emitir transmisión alguna, declaró la independencia de la plataforma, y la llamó Principado de Sealand.

En 1968 ocurre un hecho crucial: obreros del gobierno inglés se acercan a la plataforma para instalar una boya. Roy Bates los expulsa lanzando disparos al aire, y es demandado ante una corte inglesa por uso de armas de fuego. La corte desestima el caso, pues el límite de las aguas territoriales inglesas era de 6 kms. desde la costa… y Sealand está a 9 kms. La corte dictaminó que el incidente ocurrió en aguas internacionales, por lo que no aplicaban las leyes inglesas, y el caso quedó sobreseído.

Este antecedente fue esencial para que Sealand defendiera posteriormente su existencia. En 1978, Alexander Achenbach contrató mercenarios alemanes y holandeses para tomarse Sealand, mientras Bates y su esposa estaban en Inglaterra. El hijo de ambos, Michael, se defendió, pero fue capturado en un primer momento. Luego se dio vuelta la tortilla: Achenbach fue capturado con cargos de traición a la patria (o sea traición a Sealand), y se fijó una multa de 35 mil dólares para su liberación. Los gobiernos de Holanda, Austria y Alemania solicitaron al gobierno inglés que interviniera, pero los ingleses se lavaron las manos olímpicamente, y citaron la resolución de 1968, diciendo “no es problema mío”. Los alemanes enviaron un diplomático a negociar con Bates, quien finalmente liberó a Achenbach. Desde entonces, Sealand sostiene que el envío del diplomático constituye un reconocimiento de facto de la existencia de Sealand.

De todas maneras, Achenbach constituyó un gobierno de Sealand en el exilio, llamado en ocasiones “Gobierno Rebelde de Sealand”. Recientemente (2012 y 2016) fallecieron tanto Roy como Joan Bates, por lo que su hijo Michael es el actual Príncipe de Sealand. Y el año 2007, cuando The Pirate Bay sufrió grandes dificultades judiciales, pensó en comprar el Principado, lo que finalmente no ocurrió. Algo interesante, es que durante la década de 1980, Inglaterra expandió sus aguas territoriales a 22 kms. desde la costa, por lo que Sealand estaría en la curiosa situación de carecer de aguas territoriales propias.

Un pequeño reportaje sobre Sealand. Buenos Días Buenos Aires.

Hutt River

El caso de Hutt River es igual de curioso, pero de otra forma. El Principado (sí, ¡también es principado!) está ubicado a 514 kms. del norte de Perth, en la costa oeste de Australia. Surgió debido a un conflicto sobre cuotas de producción de trigo¿cómo dice que dijo?

Resulta que la granja de Leonard George Casley tenía 4 mil hectáreas de trigo listas para ser cultivadas, pero el gobierno de la provincia de Australia Occidental, declaró que sólo podrían vender el equivalente a la producción de 40 hectáreas. Tras varios intentos legales por revocar esta decisión que le perjudicaba grandemente, Casey decidió renunciar a la Comunidad de Australia (nombre oficial del país), pero permanecer dentro de la Comunidad de Naciones Británicas, manteniendo su lealtad a la reina de Inglaterra. Y por supuesto, continuó vendiendo toda la producción de sus hectáreas de trigo.

Ante este giro inesperado de la situación, el gobernador de Australia Occidental acudió al gobierno central de Australia. Entre tanto papeleo, en algún momento se dirigieron accidentalmente a Leonard Casley como “Administrador de la Provincia de Hutt River”, lo que éste consideró que se trataba de un reconocimiento legal de su calidad de gobernante.

Luego de que en 1970 el Primer Ministro australiano amenazara con enjuiciarlo por “infringimiento territorial”, Casey se declaró a sí mismo Su Majestad Príncipe Leonard I de Hutt, para aprovechar una ley inglesa de 1495, que protege a los reyes extranjeros de persecución por parte de los tribunales ingleses. Pasaron dos años, y el gobierno australiano no se pronunció, por lo que de acuerdo a la ley australiana y según Casey, esto le daría una autonomía de facto, a partir de 1972. En 1976, el servicio de correos australiano se negó a llevar el correo a Hutt River, por lo que se les hacía llegar a través del sistema postal de Canadá.

Al año siguiente, Hutt River le declaró la guerra a Australia, debido a su insistencia en seguir cobrando impuestos. La idea de Casey era generar un precedente de soberanía bajo la Convención de Ginebra, al declarar la guerra y luego suspender las “hostilidades”, de modo que termine la “guerra” sin ser derrotados, lo que implicaría - nuevamente según Casey - un reconocimiento de facto, del pequeño principado. El caso, es que en 1980 una corte de Perth, reconoció que tenían derecho a emitir moneda, y estampillas, por lo que ese año se restableció el servicio de correos desde Australia. Y el Servicio de Impuestos no volvió a pedir el pago de los mismos, hasta el 2013, a lo que Casey respondió diciendo que él no era habitante de Australia.

Y… algunos fracasos

Los ejemplos que les hemos mencionado, son micronaciones “exitosas”, y que han logrado persistir en el tiempo. Sin embargo, hay otras que han fracasado estrepitosamente.

Por ejemplo, la República de Minerva, que el millonario Michel Olivier estableció al sur de Fiji en enero de 1972. Se trataba de una isla artificial, construida con la intención de crear “una nación sin impuestos, seguridad social, subsidios o forma alguna de intervencionismo económico” (¡ja, frescolines!). En septiembre del mismo año el gobierno de Tonga reclamó la isla, la ocupó, y la destruyó. Pero como los seres humanos somos peleadores, resulta que el gobierno de Fiji desconoció el reclamo de Tonga, y ya llevan varios años de una amarga y subrepticia disputa diplomática. Dicen que “no hay problema, amigos”, pero de todas formas es un tema delicado para ellos.

La República de Rose Island fue una plataforma de 400 m2, construida en alta mar, a 11 kms. de la costa de Rimini, Italia. Declararon su independencia el año 1968, su idioma oficial era el esperanto, y hasta emitieron estampillas. En febrero de 1969, la armada de Italia ocupó y voló con explosivos la plataforma, pues se negaban a pagar impuestos. Desde entonces, las estampillas de Rose Island, dicen que las emite “el gobierno en el exilio”. Otra plataforma que también tuvo mala suerte, fue New Atlantis, fundada cerca de Jamaica por Leicester Hemingway (hermano menor del famoso Ernest), la que fue arrasada por una tormenta tropical, y luego saqueada por pescadores.

Con la expansión de internet, el mundo de las micronaciones ha crecido exponencialmente. Se celebran convenciones (la MicroCon - acá está el facebook de MicroCon 2017), hay varias wikis, siendo MicroWiki lejos la más popular, también hay manuales sobre “cómo hacer tu propia Micronación” y muchísimo más material. Se trata de un ejercicio muy interesante de la libertad del ser humano, y también de la imaginación. Después de todo, ¿a quién no le gustaría tener su país propio?

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