Soñé con un pasillo de color blanco. Sus paredes, techo y suelo eran blancos, no había puertas ni ventanas, no tenía inicio ni final. Caminé por él y no pude oír mis pasos ni sentir que avanzaba, al mirar hacia abajo noté que mi cuerpo no estaba. La angustia se apoderó de mí pero tras un momento pensé: “Soy libre, acá puedo jugar, cantar, bailar, opinar, callar, reír, llorar, odiar y amar sin temor a nada”. Incluso creí que podría volar. Mas comenzaba a emprender vuelo cuando el golpe con el techo me devolvió a la realidad. Luego desperté.

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